Por: Juan Manuel Chambú.

Una, de Samaniego, de aquellas montañas siempre rebeldes, empuñaste el fusil en el Putumayo y luego la vida y la lucha te llevaron a encontrarte con los elenos Comuneros del Sur. Las montañas del Valle en Villa Carmelo y Jamundí conocieron tus aportes en el Frente JoséMaría Becerra, recién creado. El Pacífico Sur te miró pasar por sus ríos y selvas de caras cobrizas, negras y mestizas.

Acompañaste la creación de la compañía Guerreros Sindagua junto a los pasos de aquel legendario muchacho alto y flaco, José Luis Cabrera. Los dos cayeron en el 2000 junto a siete compañeros más en una emboscada traicionera. Ellos, los caídos, irradian su luz al Pacífico y a las cimas andinas hasta el galeras que siempre mantiene vigilante y activo. Mariana recorre su decio natal para que los elenos comuneros recuerden siempre su fuerza moral. En Samaniego naciste, Nariño y el Putumayo fueron tus lugares preferidos de trabajo y luchas…

Las dos marianas reverdecen y florecen en las faldas de los dos volcanes, el Chiles y el Cumbal. Desde ahí esparcen sus semillas de liberación.

La otra compañera, de Panám, suelo indígena al sur, de mil batallas por la tierra, el territorio y la libertad. Creciste justo donde según la leyenda indígena los dos volcanes, el Chiles y el Cumbal son dos hermanos petrificados por olvidarse del culto al dios Sol. Tu cuerpo pequeño, y hablar pausado transmitían la sabiduría de tus ancestrales pasos.

Muy joven llegaste a los Comuneros del Sur. Tú, de tierras comuneras, las mismas de Manuela Cumbal y Maria Paguay, de aquellos indígenas pastos simpatizantes del Libertador Simón Bolívar. Un joven que desde niño conocía a los elenos, Carlos o Caliche, mando de comisión, se hizo tu compañero de sueños libertarios y de amores.

Estuvieron por el Sur, el pacífico y por el occidente. En un 2002 en una de esas madrugadas frías debajo del Galeras llegó el enemigo de los pueblos y cegó sus vidas junto a dos compañeros más. Ellos son de los soles comuneros que en las mañanas de verano nacen más intensos en el sur. Mariana brilla también en las noches de luna llena, alumbrando las altipla nicies y pequeñas colinas de la tierra que la vio nacer, crecer y luchar.

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