Editorial Revista Insurrección N° 934
Comando Central (COCE)
Este 8 de febrero la Corte Suprema denunció haber sido asediada por seguidores del Presidente, antes, Petro advirtió que esta Corte entrega la Fiscalía General a una funcionaria cuestionada, que la dirigirá sin estar nombrada en propiedad, y que tanto la Corte como la Fiscalía y la Procuraduría lo están asediando.
La noticia es que los poderes estatales se encuentran enfrentados, la farándula fija el foco en los asedios y oposiciones mutuas, centrando los análisis en las malas formas en que transcurre la controversia, sin examinar que el asunto de fondo está en que, el gobierno está comprometido con hacer los cambios que prometió en la campaña electoral, mientras que los entes de control, más los poderes judicial y legislativo siguen en manos de las élites privilegiadas, que son enemigas acérrimas de cualquier cambio. A primera vista parece que el Estado es un cuerpo con trastorno bipolar, que unas veces está por realizar transformaciones, pero enseguida se manifiesta opuesto al más mínimo cambio; en realidad son dos cuerpos de naturaleza distinta que tratan de convivir en un mismo traje, los que se encuentran en una lucha permanente, en la que cada uno trata de absorber al otro.
En año y medio de gobierno, Petro ha intentado acciones de ruptura con el viejo orden de cosas, a la vez que adelanta pactos y alianzas con exponentes del viejo régimen, mixtura a la que se podría llamar una transición democrática, apropiada para realizar el proceso de cambios que exige Colombia, el problema está en que la gente exige rupturas con las prácticas genocidas, la cultura del “todo vale”, los placebos y la subordinación a poderes extranjeros; como dice el escritor William Ospina, debemos superar y no dejarse absorber por “el mal de Colombia [que] es el Estado burocrático, clientelista, formalista, ceremonioso, corrupto, infatuado, extorsionista, expoliador, irresponsable, cínico”. El reto del gobierno es complejo, pues para unos, las rupturas que ha hecho hasta ahora son pocas, mientras los pactos riesgosos son demasiados; en cambio para otros, lo ocurrido en año y medio ha sido lo contrario.