Chavela Villamil
La reactivación económica debe buscar el decrecimiento del Gasto Corriente, la formalización laboral y el incremento del poder adquisitivo per cápita; de lo contrario, cualquier repunte económico sería circunstancial y volátil.
La economía global desde la fase precovid venia presentando una desaceleración económica, la cual se exacerbó con la pandemia, ocasionando una disminución marcada de la demanda, que desaceleró los mercados globales, golpeando mayormente las economías en vía de desarrollo; esto, aunado al desempleo y la proliferación del empleo informal o rebusque, generó una aguda pérdida de poder adquisitivo per cápita, sufrido con mayor fuerza en países dependientes del capital extranjero como los de América Latina y especial en Colombia.
El decrecimiento acelerado de la productividad y el desarrollo que viene presentando nuestra economía desde hace más de tres años, tiene impacto directo sobre el costo de vida, aunado al alto índice de desempleo y proliferación del empleo informal, y la inflación que cede muy lentamente, nos deja en un alto riesgo de caer en un periodo de estanflación. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), a nivel nacional la Pobreza Monetaria oscila en 39,2 por ciento y la Pobreza Extrema está en 13,8 por ciento; índices que acentúan la crisis económica, razón por la cual sobreviven 19,3 millones de habitantes en la pobreza y 6,9 millones en pobreza extrema.
Continuamos desacelerándonos
El más reciente Informe del Centro de investigaciones económicas y financieras de la Universidad del Externado, que analiza la actividad económica del país con base en las transacciones bancarizadas, concluye que en mayo se acentuó el estancamiento de la economía y se incrementó el déficit de poder adquisitivo per cápita, además las proyecciones de crecimiento para el segundo trimestre del año muestran que este indicador no superará el 0,5 por ciento, lo que deja en un gran margen de riesgo la sustentabilidad de la economía. Además, todo indica que en el segundo semestre la caída de la economía sobrevendrá por los costos crecientes en Bolsa de la energía eléctrica, lo cual tiene implícito un mayor incremento en el ya maltrecho costo de vida, que a la fecha asciende a 30,6 por ciento.
Nuestra economía el año anterior solo creció 0,6 por ciento y en lo corrido del primer trimestre de este año solo creció 0,7 por ciento, los sectores menos productivos fueron la industria con menos 6 por ciento, el sector financiero decreció en menos 3 por ciento y la minería se contrajo 1,5 por ciento. En lo corrido de este Gobierno, el PIB ha crecido en promedio 0,72 por ciento, los resultados más bajos de las últimas tres décadas, si se tiene en cuenta que el PIB ha crecido una media de 3,8 por ciento; estos resultados, indican una desaceleración y un estancamiento marcado y sostenido de nuestra economía, que de proseguir nos puede llevar a un periodo de estanflación.
El problema no es financiero
El problema de nuestra economía en sí no es de orden financiero sino de política económica, toda vez que el Gobierno sostiene una política que le da prelación al Gasto Corriente (burocracia, guerra, pago de intereses de Deuda Externa -DE-), en vez de decrementarlo, además rige sus políticas por el dogma neoliberal del Trickle Down Effect (TDE, por sus siglas en inglés), que erróneamente plantea que el crecimiento y favorecimiento tributario de las grandes empresas y emporios, es beneficioso para la economía nacional, bajo el supuesto de que si estas empresas aumentan su riqueza, esta supuestamente “se derramaría por goteo hacia las capas medias y bajas de la sociedad”.
Las economías que se rigen por la TDE, no han incrementado el empleo ni mejorado el poder adquisitivo per cápita, ni mucho menos han superado el déficit de costo de vida o han logrado minimizar la brecha de desigualdad social; por el contrario, a medida que los dividendos del capital privado se incrementan el oligopolio económico se solidifica y se pauperizan las capas sociales medias y bajas.
Salir de la crisis económica y laboral tienen implícitos cambios estructurales y radicales en los paradigmas económico, financiero, fiscal y tributario; por lo tanto, se hace inaplazable un cambio estructural en el modelo económico, que conlleva un tributación que abandone la recaudación por volumen y se centre en la recaudación por capacidad de capital, -entre más dinero y capital, mayor tributación-, además, se debe disminuir el Gasto Corriente y los excedentes netos invertirlos en la atención del déficit de gasto social (Deuda Social), a la vez que se implementa una política que formalice el empleo y genere solidez laboral e incremente el poder adquisitivo per cápita.